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El síndrome metabólico, sobrepeso y sedentarismo
Redacción UAG
Jueves-09-Julio-2020
El síndrome metabólico es uno de los problemas de salud más graves en la población mundial. En México, las enfermedades relacionadas con él figuran entre las primeras causas de muerte, y un alto porcentaje de pacientes padecen en forma simultánea otras enfermedades que afectan su calidad de vida e incluso pueden causar la muerte.
El síndrome metabólico se define como un grupo de factores de riesgo de enfermedad cardiaca, diabetes y otros problemas de salud. Es posible presentar un solo factor de riesgo, pero a menudo los enfermos manifiestan varios al mismo tiempo. Si se observan al menos tres de ellos, se llama síndrome metabólico.
Esto lo explicó la Dra. Ana María Barragán Vigil, endocrinóloga y directora de Medicina Interna de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Guadalajara, y explicó que estos problemas de salud se presentan en forma simultánea, van acompañados de sobrepeso u obesidad, altas concentraciones de glucosa en la sangre e hipertensión arterial.
Es frecuente que se presenten eventos vasculares cerebrales (infartos o hemorragias en el cerebro), que se eleven los niveles de triglicéridos en la sangre y bajen los de lipoproteínas de alta densidad, conocidas como grasas buenas.
“La causa que la desencadena, la más reconocida y preponderante hasta el momento, es el sobrepeso y la obesidad central, pero también intervienen factores ambientales, culturales y genéticos, generalmente hábitos ligados con el sedentarismo o hacer menos de 30 minutos continuos de ejercicio mínimo cada tercer día, así como el tipo de alimentación”, comentó.
La obesidad central, explicó, se presenta cuando la grasa se acumula al nivel de la cintura. En el hombre, tener más de 100 centímetros y en la mujer más de 90 centímetros de cintura se considera obesidad central.
La razón por la que la obesidad central causa este síndrome es que el hígado produce más glucosa, la cual estimula al páncreas y este segrega más insulina, pero la misma obesidad causa que los receptores de insulina disminuyan en las células, por lo que esta hormona es menos efectiva y aumenta en cantidad.
“Los receptores funcionan como puertas, que permiten a la insulina entrar en la célula y cumplir su función, que es meter azúcar. A esto se le conoce como resistencia a la insulina. La insulina no tiene la misma acción en una persona obesa que en una con peso ideal”, continuó.
La doctora Barragán Vigil señaló que precisamente este es el inicio de uno de los componentes del síndrome metabólico: al no tener la insulina la misma potencia, la concentración de azúcar en la sangre empieza a elevarse; la persona presenta primero prediabetes y la glucosa continúa subiendo, hasta llegar a la diabetes.
El exceso de insulina, a su vez, tiene otros efectos. En el riñón retiene líquidos, por lo que aumenta el flujo sanguíneo y con esto la presión arterial.
“Estos hechos pueden favorecer un evento cerebral (ataque), es decir un infarto o una hemorragia. También afectan los triglicéridos. Estos también se elevan, mientras las grasas buenas se reducen, lo que favorece la hipertensión, porque con el aumento de triglicéridos se elevan las lipoproteínas de baja densidad, que tienen mayor capacidad de ser aterogénicas, es decir, se pegan a las arterias, favoreciendo la arterosclerosis”, explicó.
Además, puede incluirse en este cuadro médico el hígado graso, que puede evolucionar a esteatohepatitis no-alcohólica (inflamación del hígado) y posteriormente a cirrosis hepática no-alcohólica, y con ello causar la muerte por insuficiencia hepática.
A su vez, estos problemas favorecen el aumento de los niveles de ácido úrico, porque la insulina compite con los uratos en el riñón, eliminándose la insulina y reteniendo el ácido úrico.
DIAGNÓSTICO
Afortunadamente, el síndrome metabólico puede diagnosticarse. “Hay criterios diagnósticos que, en términos generales, con pequeñas variantes, son coincidentes, como los de la Organización Mundial de la Salud, la Federación Internacional de Diabetes y la Asociación Estadounidense de Diabetes”.
Se puede diagnosticar mediante el cálculo del Índice de Masa Corporal, el perímetro de la cintura para verificar la obesidad central, la presión arterial, y análisis sanguíneos de glucosa, triglicéridos y otros. También es importante determinar en el laboratorio si hay resistencia a la insulina, “pero lo mejor es visitar a su médico para hacer estos exámenes”, comentó.
TRATAMIENTOS
El tratamiento para el síndrome metabólico va de la mano con el de obesidad; “en pocas palabras, implica cambios en el estilo de vida que incluyan ejercicio y una alimentación sana para bajar de peso”.
No existe un medicamento de uso general; cada patología debe tratarse por separado, de manera individualizada, de acuerdo con las características del paciente. “Lo más importante como médico es que a un paciente con estas características hay que hacerle saber que el conjunto de sus enfermedades se llama síndrome metabólico, y que en su mayor parte es ocasionado por un mal estilo de vida, por lo que cambiarlo favorece el pronóstico de su recuperación”.
La doctora Barragán advierte que no se debe esperar hasta sentir un síntoma para acudir al médico, porque para entonces puede ser tarde. Recomendó promover y cultivar hábitos sanos: hacer ejercicio, seguir una dieta balanceada, hacerse un chequeo de laboratorio por lo menos cada año y valorarse con un médico.
“Por desgracia, carecemos de programas de prevención efectivos y no se les da continuidad, son campañas. Se debe concientizar a la población sobre los riesgos de salud que causa la obesidad, y no solo decir que hay que bajar de peso”, dijo, y planteó “la necesidad, la urgencia, de fomentar en la familia hábitos dietéticos adecuados. Hay que considerar que es una obligación compartida entre el gobierno, los médicos, los pacientes y la familia”.
En 1947 el Dr. Jean Vague describió la asociación entre la obesidad central y alteraciones metabólicas, pero no se le tomó en serio. Ese mismo año, Gerald Reaven insistió en dicha asociación y le llamó “síndrome X”. Ha tenido diferentes nombres hasta quedar en 1988 como “síndrome metabólico”, sugerido por el mismo Dr. Reaven.